martes, 13 de julio de 2010

Extraordinario Resumen del Mundial del gran Eduardo Galeano

Eduardo Galeano


Pacho Maturana, colombiano, hombre de vasta experiencia en estas lides, dice que el futbol es un reino mágico donde todo puede ocurrir.

El Mundial reciente ha confirmado sus palabras: fue un Mundial insólito.

• Insólitos fueron los 10 estadios donde se jugó, hermosos, inmensos, que costaron un dineral. No se sabe cómo hará Sudáfrica para mantener en actividad esos gigantes de cemento, multimillonario derroche fácil de explicar pero difícil de justificar, en uno de los países más injustos del mundo.

• Insólita fue la pelota de Adidas, enjabonada, medio loca, que huía de las manos y desobedecía a los pies. La tal Jabulani fue impuesta, aunque a los jugadores no les gustaba ni un poquito. Desde su castillo de Zurich, los amos del futbol imponen, no proponen. Tienen costumbre.

• Insólito fue que por fin la todopoderosa burocracia de la FIFA reconociera, al menos, al cabo de tantos años, que habría que estudiar la manera de ayudar a los árbitros en las jugadas decisivas. No es mucho, pero algo es algo. Ya era hora. Hasta estos sordos de voluntaria sordera tuvieron que escuchar los clamores desatados por los errores de algunos árbitros, que en el último partido llegaron a ser horrores. ¿Por qué tenemos que ver en las pantallas de televisión lo que los árbitros no vieron y quizá no pudieron ver? Clamores de sentido común: casi todos los deportes, el basquetbol, el tenis, el beisbol y hasta la esgrima y las carreras de autos, utilizan normalmente la tecnología moderna para salir de dudas. El futbol, no. Los árbitros están autorizados a consultar una antigua invención llamada reloj para medir la duración de los partidos y el tiempo a descontar, pero de ahí está prohibido pasar. Y la justificación oficial resultaría cómica, si no fuera simplemente sospechosa: el error forma parte del juego, dicen, y nos dejan boquiabiertos descubriendo que errare humanum est.

• Insólito fue que el primer Mundial africano en toda la historia del futbol quedara sin países africanos, incluyendo al anfitrión, en las primeras etapas. Sólo Ghana sobrevivió, hasta que su selección fue derrotada por Uruguay en el partido más emocionante de todo el torneo.

• Insólito fue que la mayoría de las selecciones africanas mantuvieran viva su agilidad, pero perdieran desparpajo y fantasía. Mucho corrieron, pero poco bailaron. Hay quienes creen que los directores técnicos de las selecciones, casi todos europeos, contribuyeron a este enfriamiento. Si así fuera, flaco favor han hecho a un futbol que tanta alegría prometía. África sacrificó sus virtudes en nombre de la eficacia, y la eficacia brilló por su ausencia.

• Insólito fue que algunos jugadores africanos pudieran lucirse, ellos sí, pero en las selecciones europeas. Cuando Ghana jugó contra Alemania se enfrentaron dos hermanos negros, los hermanos Boateng: uno llevaba la camiseta de Ghana y el otro la de Alemania.

De los jugadores de la selección de Ghana, ninguno jugaba en el campeonato local de Ghana.

De los jugadores de la selección de Alemania, todos jugaban en el campeonato local de Alemania.

Como América Latina, África exporta mano de obra y pie de obra.

• Insólita fue la mejor atajada del torneo. No fue obra de un golero, sino de un goleador. El atacante uruguayo Luis Suárez detuvo con las dos manos, en la línea del gol, una pelota que hubiera dejado a su país fuera de la Copa. Y gracias a ese acto de patriótica locura, él fue expulsado, pero Uruguay no.

• Insólito fue el viaje de Uruguay, desde los abajos hasta los arribas. Nuestro país, que había entrado al Mundial en el último lugar, a duras penas, tras una difícil clasificación, jugó dignamente, sin rendirse nunca, y llegó a ser uno de los mejores. Algunos cardiólogos nos advirtieron, desde la prensa, que el exceso de felicidad puede ser peligroso para la salud. Numerosos uruguayos, que parecíamos condenados a morir de aburrimiento, celebramos ese riesgo, y las calles del país fueron una fiesta. Al fin y al cabo el derecho a festejar los méritos propios es siempre preferible al placer que algunos sienten por la desgracia ajena.

Foto

Terminamos ocupando el cuarto puesto, que no está tan mal para el único país que pudo evitar que este Mundial terminara siendo nada más que una Eurocopa. Y no fue casual que Diego Forlán fuera elegido mejor jugador del torneo.

• Insólito fue que el campeón y el subcampeón del Mundial anterior volvieron a casa sin abrir las maletas.

En el año 2006, Italia y Francia se habían encontrado en el partido final. Ahora se encontraron en la puerta de salida del aeropuerto. En Italia, se multiplicaron las voces críticas de un futbol jugado para impedir que el rival juegue. En Francia, el desastre provocó una crisis política y encendió las furias racistas, porque habían sido negros casi todos los jugadores que cantaron la Marsellesa en Sudáfrica.

Otros favoritos, como Inglaterra, tampoco duraron mucho. Brasil y Argentina sufrieron crueles baños de humildad. Medio siglo antes, la selección argentina había recibido una lluvia de monedas cuando regresó de un Mundial desastroso, pero esta vez fue bienvenida por una abrazadora multitud que cree en cosas más importantes que el éxito o el fracaso.

• Insólito fue que faltaran a la cita las superestrellas más anunciadas y más esperadas. Lionel Messi quiso estar, hizo lo que pudo, y algo se vio. Y dicen que Cristiano Ronaldo estuvo, pero nadie lo vio: quizás estaba demasiado ocupado en verse.

• Insólito fue que una nueva estrella, inesperada, surgiera de la profundidad de los mares y se elevara a lo más alto del firmamento futbolero. Es un pulpo que vive en un acuario de Alemania, desde donde formula sus profecías. Se llama Paul, pero bien podría llamarse Pulpodamus.

Antes de cada partido del Mundial, le daban a elegir entre los mejillones que llevaban las banderas de los dos rivales. Él comía los mejillones del vencedor, y no se equivocaba.

El oráculo octópodo influyó decisivamente sobre las apuestas, fue escuchado en el mundo entero con religiosa reverencia, fue odiado y amado, y hasta calumniado por algunos resentidos como yo, que llegamos a sospechar, sin pruebas, que el pulpo era un corrupto.

• Insólito fue que al fin del torneo se hiciera justicia, lo que no es frecuente en el futbol ni en la vida.

España conquistó, por primera vez, el campeonato mundial de futbol.

Casi un siglo esperando.

El pulpo lo había anunciado, y España desmintió mis sospechas: ganó en buena ley, fue el mejor equipo del torneo, por obra y gracia de su futbol solidario, uno para todos, todos para uno, y también por las asombrosas habilidades de ese pequeño mago llamado Andrés Iniesta.

Él prueba que a veces, en el reino mágico del futbol, la justicia existe.

* * *

Cuando el Mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía: Cerrado por futbol.

Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado 64 partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido.

Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia.

Ya empiezo a extrañar la insoportable letanía de las vuvuzelas, la emoción de los goles no aptos para cardiacos, la belleza de las mejores jugadas repetidas en cámara lenta. Y también la fiesta y el luto, porque a veces el futbol es una alegría que duele, y la música que celebra alguna victoria de ésas que hacen bailar a los muertos suena muy cerca del clamoroso silencio del estadio vacío, donde ha caído la noche y algún vencido sigue sentado, solo, incapaz de moverse, en medio de las inmensas gradas sin nadie.

jueves, 8 de julio de 2010

Excelente artículo de Lorenzo Mayer

AGENDA CIUDADANA
AMLO, diagnóstico y proyecto
Lorenzo Meyer 10 Jun. 10

El carácter oligárquico de México, el predominio de los intereses de los muy pocos, no es nuevo, pero se está acentuando Rotunda El último libro de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no pretende descubrir algo que se ignorara, sólo busca una vez más apuntar hacia una verdad rotunda y sus consecuencias. La verdad que muchos pretenden no ver es que, por lo que se refiere a su carácter oligárquico, México está de regreso al sitio donde se encontraba hace justamente un siglo, cuando vivía
ya al filo del agua. De retorno pero en condiciones diferentes. En 1910 Porfirio Díaz podía poner límites a un hacendado o a un minero. Hoy es difícil imaginar que "Los Pinos" hiciera algo equivalente con una cadena de televisión o con una empresa telefónica. México es de nuevo una sociedad donde el peso de su oligarquía es determinante en el proceso político.
En la toma de las grandes decisiones de carácter económico, el nuestro no es un país de más de 100 millones de personas sino de apenas un puñado. El análisis de la naturaleza y los efectos políticos del México de los pocos -de "Los que mandan", para usar el término acuñado por el sociólogo argentino José Luis de Imaz en
1964- es el corazón del nuevo libro de AMLO: La mafia que se adueñó de México... y el 2012 (Grijalbo, 2010). Quizá se pueda objetar el caracterizar como mafia a los que más influyen sobre el destino material de México, pero finalmente no es posible entender el proceso actual de nuestro país sin tomar en cuenta el carácter profundamente excluyente de un sistema cuya supuesta transformación de autoritario en democrático no ha significado gran cosa en el ejercicio real y en los efectos del poder. A partir de la discusión del concepto de mafia se puede abordar la sustancia de este libro no académico sino intensamente político y polémico. Mafia, como se sabe, es el nombre de una sociedad criminal secreta originaria de Sicilia pero que, por extensión, suele aplicarse a otras asociaciones secretas de criminales o, incluso, de terroristas. Ahora bien, el pequeño grupo de los poderosos de México, como lo demuestra el propio AMLO, no es secreto ni observa el orden jerárquico ni la disciplina propia del crimen organizado. En esta obra y en la realidad, los oligarcas aparecen con nombre y apellido, con sus áreas de actividad y hasta su modus operandi individual. La membresía en el grupo va desde Carlos Slim hasta Emilio Azcárraga, pasando por Roberto Hernández, Roberto Bailleres, Germán Larrea y una docena más de grandes empresarios. Algunos de ellos, como los del Consejo Coordinador Empresarial, efectivamente han concertado sus acciones de presión y cabildeo pero otros lo hacen por sí y ante sí, en solitario, como Slim o Salinas
Pliego. Y aunque ciertas actividades de estos personajes son ilegítimas por ser dañinas para el interés general -sus prácticas monopólicas o sus argucias para pagar pocos impuestos, por ejemplo-, generalmente pueden pasar por legales. Una alternativa más adecuada al concepto de mafia y al tipo de conducta de "los que
mandan" en México puede ser la de élite del poder, término acuñado por el sociólogo
norteamericano C. Wright Mills (1916-1962) al examinar el enorme poder acumulado hasta entonces por el pequeño grupo que dominaba la política, la economía y la cultura norteamericanas. En The power elite (1956), Mills sostuvo que si en Estados Unidos se pudiera separar de las estructuras institucionales donde operan a los 100 personajes políticamente más poderosos, a los 100 más ricos y a los 100 más famosos, éstos perderían su importancia pues su poder no estaba en ellos como individuos sino en la posición que ocupaban en la estructura institucional, en la red del poder. Ésa es también la tesis central de AMLO y punto de partida de su proyecto político, pero con una variante muy importante: aquí, como se verá, sí hay individuos muy poderosos y que no tienen cargo institucional. A partir de la gran crisis de 1982 -cuando se vino abajo el modelo económico basado en el mercado interno y en la centralidad del Estado-, el gobierno ha quedado cada vez más al servicio de los intereses particulares de un puñado de dirigentes de grandes empresas y
conglomerados y de su idea de México, un México donde la desigualdad extrema es
considerada como natural e inevitable y frente a la cual sólo queda saber administrarla para evitar que lleve a la inestabilidad. Conviene abordar ahora la peculiaridad de la élite del poder mexicana y en la que AMLO
ahonda. Si Mills no dio mayor importancia a las individualidades del grupo, fue porque en la sociedad que estudiaba -la norteamericana- las instituciones aparecían sólidas. En contraste, en México hoy ese entramado institucional es notoriamente débil lo que realza el papel del individuo. Esa debilidad ha permitido que ciertos personajes audaces y con conexiones adecuadas puedan desempeñar un papel crucial. Eso fue lo que sucedió con Plutarco Elías Calles hace 80 años cuando México era aún país de caudillos y eso sucede de nuevo con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Salinas ha capitalizado las debilidades y corrupciones del actual sistema político mexicano.
Cuando fue Presidente al final del siglo pasado, el de Agualeguas usó la crisis mexicana y el proceso mundial de privatizaciones, para tejer una telaraña de complicidades políticas e intereses económicos con el objetivo de sentar las bases de un poder transexenal. Sin embargo, su sucesor, Ernesto Zedillo, se propuso acabar con ese proyecto y casi lo logró,pero la posterior combinación de ineptitud, debilidad política y corrupción que caracterizó al sexenio de Vicente Fox, dio por resultado, entre otras cosas, una inesperada segunda
oportunidad para la ambición salinista. Tras el 2000, Salinas se ofreció como mediador y
coordinador entre los grupos e intereses del viejo y el nuevo régimen. La oferta le fue aceptada tanto por Fox y Felipe Calderón como por la oligarquía, el PAN y un PRI que, debiendo ser historia, también supo aprovechar los errores de sus adversarios para resurgir de sus cenizas, y por los nuevos señores feudales de la política mexicana: los gobernadores priistas. Con la coordinación de los intereses y la acción sustantiva de la élite del poder, el resto de los poderes, desde el Legislativo y el Judicial hasta los organismos autónomos, las
iglesias y los sindicatos se plegaron al arreglo. El resultado es una democracia casi sin contenido. 2012 El título del libro de AMLO contiene una fecha: 2012. Es en torno a ese año que ya actúan tanto la élite del poder como el resto de las fuerzas políticamente organizadas, incluidos el propio AMLO y su movimiento social. El año de la elección presidencial mexicana no tiene 365 días sino muchos más, por eso el largo y complicado 2012 ya llegó. Los grandes problemas nacionales siempre están presentes, pero desde hace por lo menos un siglo, es el calendario electoral el que, a querer que no, obliga a la sociedad a reflexionar sobre qué proyectos de país se nos ofrecen y a decidir por cuál debemos optar. Hoy el conjunto ciudadano no pareciera tener el ánimo para hacer de la política asunto prioritario. Según las encuestas, a la mayoría de los mexicanos -para ser exactos, en 2008, el
65%- los asuntos políticos les interesan poco o nada y apenas a un 9% le pareció la política de gran interés ("Encuesta Nacional sobre Cultura Política 2008", www.encup.gob.mx). Y es que, después de todo, el 83% de ellos considera que simplemente, "el país es gobernado por los intereses de unos cuantos" (Reforma, 20 de mayo, 2008). Y sin embargo... Aparentemente México, como proyecto nacional, es hoy una zona de desastre, pero justamente por eso, ésta debería ser la hora de la oposición real. Pero el mayor partido de la izquierda está deshecho y las encuestas auguran el retorno del PRI como resultado del desánimo generalizado. Como lo hicieran los historiadores romanos en las épocas de decadencia AMLO apela hoy a las virtudes del pasado -en nuestro caso al espíritu de Juárez y de Cárdenas-, llama a renovar la insurrección electoral y a que en el 2012 la izquierda recupere un poder ilegítimamente detentado desde el 2006 por una derecha oligárquica. Los obstáculos que enfrenta el proyecto de AMLO son sencillamente formidables: el duopolio
televisivo que ha logrado capturar la imaginación de una buena parte de los mexicanos, Carlos Salinas, el PRI reciclado y la oligarquía. AMLO propone enfrentar tamaña alianza con un proyecto de justicia sustantiva y una organización de base desde los 2,456 municipios del país donde él considera que personalmente ya plantó la idea de un proyecto alternativo. Hoy, tamaña empresa podría parecer casi imposible... pero el país no nos perdonaría el no haberlo intentado.