Publicado originalmente en mi bló el pasado 3 de septiembre.
Todo los días se aprende algo nuevo, y ayer aprendí un nuevo término para explicar -o justificar, a mi parecer- la combinación de trastornos alimenticios y los problemas con el alcohol: ebriorexia, que es la mezcla de bulimia, anorexia y alcoholismo. Consiste en matarse de hambre (anorexia) o practicar solfeo frente a la taza del baño (bulimia) y decir "saluuuud" en repetidas ocasiones para meterse las calorías que necesita el organismo, aprovechando otra de las cualidades curativas del alcohol.
Aclaro que no soy insensible ante la bulimia, la anorexia y el alcoholismo -a pesar de lo rico que me resulta echarme un buen tequilazo de vez en cuando. Son problemas serios y con consecuencias fatales. El punto fundamental de este post es expresar mi opinión acerca de esta implementación de términos que se ha hecho para justificar, dulcificar y/o promover el "respeto" hacia a los demás, y que me resultan, en algunos casos, una ofensa mayor.
Volviendo al tema, el término 'ebriorexia' me parece una justificación bastante infantil. ¿Por qué? Si analizamos la lista de las famosas que han caído en esta práctica (Victoria Beckham, Lindsay Lohan o Tara Reid), y que han 'amadrinado' el bautizo del trastorno, nos daremos cuenta de dos cosas: uno, sí, sufren de anorexia o bulimia, o ambas; y dos, también sufren de alcoholismo. Efectivamente, podría haber cierta conexión entre dichos problemas (por diversos factores), pero que me digan que el abuso del alcohol de estas mujercitas es para abastecerse de las calorías que no ingieren por matarse de hambre o vomitar... lo dudo. Ahora resulta que las parrandas de Paris Hilton son nutritivas ¿Y los pasones de coca? ¿Son para llenarse de proteínas y leguminosas? Entonces deberíamos llamarla 'narcoebrioréxica'. Dios bendiga a la terminología post-moderna.
Otros ejemplos que me parecen absurdos, y que dan fe de lo santurrona que se ha vuelto la sociedad, son los referentes a los diferentes grupos. Tal es el caso de los ancianos. No sé a quién se le ocurrió la 'gradiosísima' idea de que llamar "ancianos" a los ancianos era peyorativo, por lo que esa persona, o grupo de personas, se dio a la tarea de encontrar otro término que sustituyera tan "horrible" palabra; el resultado: llamarles "personas de la tercera edad". Pero no todo acabó ahí, a alguien (igual o más ocioso que el anterior) se le ocurrió que el nuevo término resultaba no tan ofensivo como el anterior, pero que igual era ofensivo; ahora llamémosles "adultos mayores". Lo peor de todo es que la terminología ya trascendió a todos los demás demostrando qué tan acomplejados estamos con la edad, y brindándonos una amplia gama de 'adulteces': el adulto joven, adulto maduro, adulto mayor, adulto contemporáneo, adulto adulto, etc. (tal confusión me ha creado tanto "adulto" que ya no sé ni con cuál dedo me saco los mocos y si dicha actividad es propia de mi adultez).
También tenemos el típico "hacer el amor" para referirse a las relaciones sexuales (estoy seguro que me haré acreedor de varias enemistades y más de una mentada, pero que disfrutaré cual adulto rompiéndole la ilusión a un niño al que le dicen la verdad acerca de los Reyes Magos). Pregúntome yo ¿Cuál es la diferencia entre "hacer el amor" y tener relaciones sexuales? (todos aquellos creyentes de los cuentos de hadas y libros de Carlos Cuauhtémoc Sánchez retírense inmediatamente de este blog o aténganse a las consecuencias). Desde el punto de vista práctico, los dos son exactamente lo mismo, sólo que cambia la forma en que se realiza la actividad. Este término seguramente fue institucionalizado por algún 'mocho' que tenía miedo a ser considerado un depravado o un pecador por el hecho disfrutar de su sexualidad, dándole en la madre a años de tradición, y a las películas de Pedro Infante, donde "hacer el amor" significaba cortejar a la dama.
La sociedad ha ayudado bastante en este rubro: si tenemos relaciones sexuales como una actividad social y/o recurrente somos unos pervertidos (y ni se diga de la masturbación donde nos vamos a quedar ciegos, o nos saldrán pelos en la mano, si incurrimos en esta práctica). La solución más sensata para salir bien librados de este cuestionamiento existencialista-moralista es que en lugar de tener sexo "hagamos el amor". Así, y sólo así, no estamos cometiendo delito alguno. Mi conclusión es que, lo nombren como lo quieran nombrar, es sexo; lo único que cambia es la manera de hacerlo (pasionalmente, amorosamente, por quitarnos la cosquilla, por socializar, etc.).
Y los ejemplos continúan: llamarle "personas con capacidades especiales" a las personas discapacitadas (nunca me ha parecido peyorativo el segundo término y, por el contrario, esta gente siempre me ha causado respeto porque, a pesar de sus limitaciones, llegan a hacer cosas más sobresalientes que los que no tenemos impedimento alguno), o un dulcificado "personas de escasos recursos" (donde la culpa de sus "escasos recursos" la tenemos nosotros como sociedad al marginarlos y negarles oportunidades) para no llamarles pobres -como si con este término los hiciéramos sentir mejor y les aligeráramos sus problemas.
Me parece que este 'aderezamiento' del castellano tiene más la finalidad de tapar el sol con un dedo, y en ocasiones justificar el comportamiento humano. No ofendamos al intelecto ni a la lengua española con demostraciones manifiestas de estupidez humana, suficiente tenemos con nuestros políticos que quieren fungir como padres de la lingüística.
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