miércoles, 14 de enero de 2009

La historia se repite y se repite..

Hoy Miercoles 14 de Enero escribe José Antonio Crespo en el Excelsior y puntualiza el hecho de que muchos de las actitudes y los hechos de la elección de 1988 se repitieron en la del 2006 con otros actores y un escenario un poquito diferente pero a final de cuenta el resultado fue el mismo, en el mejor de los casos hay fuertes sospechas de fraudes... en ambas elecciones.
Horizonte político
José A. Crespo
1988: nuevos aportes históricos

La reconstrucción histórica de un hecho jamás termina, para molestia de quienes agravian, que quisieran que su agravio se olvidara al día siguiente de provocarlo. Pero los historiadores nunca paran. La elección de 1988 podrá ser un capítulo políticamente cerrado, pero históricamente seguirá abierto. Martha Anaya hace una nueva aportación a esa empresa, a partir de los testimonios de algunos de los protagonistas clave (1988: El año que calló el sistema. 2008). Y, a la luz de esos hechos, es más fácil comprender eventos recientes, como los comicios de 2006. Por ejemplo, Anaya recuerda un mitin convocado por el candidato de la oposición tres días después de las elecciones. La multitud proclama el triunfo de su abanderado, y reclamaba fraude electoral. Se oían proclamas como “Mientes, pelón, perdiste la elección” y “Repudio total, al fraude electoral”. Proclamaban “presidente” a su candidato, quien se dirigía a sus partidarios afirmando: “El PRI-Gobierno perdió las elecciones”, y advirtiendo además que impondría una sanción política a los “espurios”. El candidato culminó su arenga ofreciendo: “Aquí líder no les va a faltar; llegaré hasta donde ustedes quieran”. Acusó por delito electoral a José Newman, entonces director del Registro Federal de Electores, y exigía la anulación de los comicios. No, no se trata de Cuauhtémoc Cárdenas, sino de Manuel J. Clouthier.

Los panistas critican hoy aquello en lo que incurrieron en 1988. Manuel Camacho advirtió al coordinador de la campaña panista, José Luis Salas Cacho (y a Porfirio Muñoz Ledo), sobre los riesgos de las movilizaciones callejeras, a lo que el panista respondió que “no podemos dejar de convocar a la gente porque está muy enojada, y si no le dejamos manifestar ese enojo, se irá por otro lado; más vale salir a la calle y expresar las cosas”. Lo mismo que argumentó Andrés López Obrador en 2006. En 1988, el PAN —al igual que los partidos de izquierda— exigía que se corrigieran las anomalías por encima de los límites impuestos por la formalidad jurídica. Pero De la Madrid ordenó a Manuel Bartlett limitar el recuento de votos “al mínimo posible”, pues “no quería más sorpresas” Algo parecido a lo que sucedió con Felipe Calderón, cuando reculó en su postura en favor de la apertura de paquetes electorales por el temor de que las irregularidades que ahí se encontraran obligaran a anular la elección (inconsistencias que de cualquier manera quedaron consignadas en las actas). Por cierto, Salinas de Gortari afirmó hace poco que los paquetes fueron abiertos y recontados (12/enero/09). No sucedió así, además de que 40% de las actas desaparecieron para reaparecer seis años después, al ser depositadas en el Archivo General de la Nación (previa quema de los paquetes electorales, en 1991). Es evidente que tales actas no son confiables en absoluto.

De la Madrid afirma hoy que la visión imperante del fraude de 1988 es algo “penoso, pero hubiera sido peor perder” (es el “haiga sido como haiga sido” de ese entonces). Y agrega: “El PRD está mal, no hay que dejarlo llegar… hice bien en no dejarlos llegar”; había que pararlos por las buenas, las malas o, como sea, según decían los foxistas. En suma, los políticos y los partidos se comportan de manera semejante ante circunstancias similares: cuando están en la oposición, son promotores de la democracia; desde el poder, son reacios a la democracia o francos claudicantes. Muchos de los actores oficialistas de 1988 implícitamente reconocen, hoy, no que haya ganado Cárdenas, pero sí que hubo fraude. Newman afirma que las cifras oficiales “no representan la realidad” y dice no saber con certeza quién ganó. Guillermo Jiménez Morales, entonces coordinador de la bancada priista, admite: “Fue una elección muy competida que a nivel nacional se ganó con uno o dos céntimos en cada uno de los 300 distritos”. Emilio Gamboa, que era secretario particular de De la Madrid, acepta: “Fue un triunfo (de Carlos Salinas) muy complicado, muy cerrado”. El propio Salinas reconoce: “Casi ninguno estaba acostumbrado a una competencia electoral tan cerrada”. Y De la Madrid admite: “Fueron unas elecciones muy reñidas que arrojaron sorpresivamente una votación muy cerrada”. ¿Elección cerrada con casi 20 puntos de diferencia entre primero y segundo lugares? ¿Cómo se abrió esa brecha en las cifras oficiales? La única respuesta plausible es… mediante el fraude. Otros actores centrales no niegan el fraude, pero lo ubican fuera de su responsabilidad. Óscar de Lassé, entonces director de Información Política Electoral de Gobernación, afirma: “De que hubo fraude, lo hubo”, pero responsabiliza de ello a los funcionarios de casillas y a los gobernadores. Bartlett acepta la posibilidad de la defraudación, pero apunta al Colegio Electoral: “Ahí se consumó todo”. A De la Madrid lo traiciona el subconsciente cuando afirma que la presencia de los candidatos de oposición en Gobernación, aquel 6 de julio, le generó preocupación, “porque habíamos perdido”.

Si el PAN hubiera respaldado las pretensiones de los neocardenistas se hubiera anulado la elección. Pero prefirió negociar con Salinas y sacar raja de una elección que de cualquier manera no habían ganado. Quien más ofreció resistencia a ello fue Clouthier. En 2006, el PRI actuó de igual manera. De haber cuestionado la elección, ésta se hubiera anulado, pero el tricolor prefirió negociar con Calderón. Sin embargo, algunos distinguidos priistas dicen en corto que en 2006 sí hubo fraude, pero no lo proclamaron o ventilaron públicamente por disciplina de partido y razones estratégicas. Por cierto, el panista Salas Cacho, quien también coadyuvó a la campaña financiera de Calderón, considera que la de 1988 fue una elección “cerrada, dividida, que cualquiera hubiera podido ganar… así como la de este 2006”. En ello coincido plenamente con Salas Cacho.

No hay comentarios.: