Hacía mucho que no me paraba en un cine -terapia recurrente mía-, la verdad es porque, hasta la fecha, no he encontrado una película que valga la pena y fuera de los estereotipos hollywoodenses y fresadas mexicanas que nos han repetido hasta el cansancio (la última que ví fue Spider-man 3, debo confesar que salí bastante decepcionado y, desgraciadamente, me perdí Sweeney Todd, del maestro Burton, por falta de presupuesto).
Hoy, gracias a la insistencia de una amiga, tuve la oportunidad de volver a darme una vuelta por estas instalaciones para ver "La misma Luna" (y en esta ocasión omitiré la ficha técnica por razones que expondré a continuación). Así, decidí embarcarme en dicha aventura sin tener la más mínima idea de los actores ni la trama de la película, excepto por la mala sinopsis que leí en la página de Cinemex y unas cuantas referencias vagas de la misma amiga.
Después de la casi obligatoria ceremonia del comprado de palomitas, refrescos y los clásicos cortos, comenzó el filme. En cuanto apareció Kate del Castillo en la pantalla, supe que había poco o nada que esperar de la película. Kate, la hace de una mamá que se brinca el charco en la frontera, en busca del clásico "sueño americano", dejando en México a un hijo de 9 años viviendo con su abuelita, ésta última muere y el chamaco decide hacer lo suyo pa' reencontrarse con su madre. Más o menos así pinta la trama.
Pues bien, la película trata de enfatizar el tema de los indocumentados mexicanos en los 'iunaites' pero de manera muy superficial: las redadas, golpizas y la realidad a la que son sometidos nuestros paisanos fue endulzada al más puro estilo de la Canderel, un producto muy light y sin zacarina, cayendo en la fórmula calcinada del cuento de hadas (todo se ve tan bonito y tan fácil, que después de verla me dieron ganas de irme de mojado para mañana en la mañana). Sólo hubo un malísimo intento de crítica social: una escena donde se oyen noticias por la radio donde le tiran al 'gobernator'; sin embargo, es notoria la falta de compromiso por parte de la directora (Patricia Riggen) y/o el escritor en un tema que daba para más -no todos pueden ser Sergio Arau.
La cursilería es explotada al máximo, pasa lo mismo con la sensibilería barata, que era abusada en repetidas ocasiones al más puro estilo de los tiempos y manejos visuales de Hollywood (¡carajo!, cada vez el cine mexicano quiere parecerse al 'gavacho').
El momento donde por fin desperté de mi letargo, fue cuando apareció Eugenio Derbez, quien es el que otorga al filme el típico toque de comedia que no puede faltar en este tipo de intentos fílmicos. Hay que reconocer que Derbez salva por momentos el poco interés que despertó en mí la película; también que el señor está aprendiendo y mejorando en la comedia -a diferencia de sus primeras incursiones en solitario-, pues su personaje es de estos de humor involuntario, donde hasta natural se muestra a la hora de sus ocurrencias.
Obviamente, el 'happy ending' no se hace esperar. Y debo aclarar que es un final feliz para todos, para los que estuvieron suspirando (y algunos chillando) durante toda la película, para los que decidieron entretenerse en el cine en lugar de rascarse la panza echados en sus casas, y para un servidor, porque sabía que mi martirio había terminado (al fin).
Realmente no es mala película..... es malísima. Recomendable para los que gustan de churros cursis telenoveleros, o por si no tienen nada mejor que hacer, como yo, y quieren variar un poco en la rutina diaria, pero no esperen milagros.
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